Laberinto, ideas y vida cotidiana
“A los que corren en un laberinto, su propia velocidad los confunde.” Seneca, filósofo romano.
“En el laberinto uno no se pierde, se encuentra. En el laberinto uno no encuentra al minotauro, se encuentra a sí mismo”. Hermann Kern, abogado e historiador alemán.
“Investigar significa meterse en un laberinto, en el que a veces inicias caminos que llevan a ninguna parte y te obligan a retroceder”. Fernando Fournon, presidente ejecutivo de Telefónica I+D.
Introducción
Se piensa que la leyenda del laberinto tiene su base en el palacio de Knossos. El nivel tecnológico de los aqueos que tejieron las leyendas mitológicas griegas era bajo, de manera que una construcción tan sofisticada como este palacio, repleto habitaciones y con toda la tecnología de entonces, incluyendo un sistema de alcantarillado, debió haberles parecido laberíntico. En Knossos se han encontrado dibujos de hachas de doble filo, que en griego se llaman labrys, y que habrían dado nombre al palacio.
Mito y significado
El laberinto es uno de los símbolos más antiguos y universales. Se encontró uno en un palacio de Pylos, grabado en tablillas de barro de 3200 años de antigüedad. Se pueden encontrar laberintos en antiguas monedas cretenses, en jarrones etruscos, en tumbas sicilianas, en anillos de Indonesia o en joyas de indios americanos. Están en el suelos de las catedrales góticas francesas, en los templos hindúes y en las mezquitas paquistaníes. También se recortan entre los jardines barrocos y en los parques escandinavos. Lo hemos vislumbrado en las bibliotecas y hoy en día, en cada gran ciudad, de la cual sólo tomamos conciencia con el mapa y la vivenciamos con angustia cuando nos perdemos en ella o dejamos a nuestros hijos solos.
Un laberinto tiene un camino entrelazado, no tiene callejones sin salida, siempre es de entrada o salida y se dirige hacia un lugar llamado centro. Este es el punto de regreso por el mismo camino hacia el exterior. El laberinto es un símbolo sobre el complejo camino de la vida. Habla de dificultades y de luchas, pero también simboliza diversión y nueva libertad cuando se vuelve a hacer frente a la vida. A partir del mito del Minotauro el laberinto aporta significado sobre la reclusión y la libertad, la vida y la muerte, el mundo subterráneo y la vuelta a la vida. Es un lugar donde poder concentrarse en uno mismo. También simboliza una fortaleza inexpugnable.
Cuenta el mito que Parsifae, esposa de Minos, rey de Creta, se enamoró de un toro divino y dió a luz al Minotauro. Horrorizado, Minos encargó a su arquitecto Dédalo que construyera un laberinto para encerrarlo. Tras perder una batalla, los atenienses fueron obligados a sacrificar, cada nueve años, siete muchachos y siete doncellas en el laberinto de Knossos. En una ocasión, entre los muchachos estaba Teseo, quien se encontró con Ariadna, hija de Minos, que se enamoró de él y le entregó una espada y un ovillo de hilo antes de que se adentrara en el laberinto. El héroe mató al Minotauro, salió del laberinto, gracias al hilo, con los rehenes y se conviertió en Rey de Atenas. El Rey Minos, loco de ira al haber perdido a su hija y al Minotauro, encerró a Dédalo y a su hijo Ícaro. Dédalo construyó a su hijo unas alas de cera pero cuando Ícaro escapaba del torreón, el sol derritió sus alas y se estrelló contra los acantilados.
Experimentar el laberinto
Quien se adentra en el laberinto, tiene ante sí de inmediato un objetivo. Aunque la distancia parece corta, la maraña del camino lleva alrededor del centro y más allá, hacia sus entrañas. Paulatinamente surgen preguntas: ¿voy por el buen camino?, ¿tiene sentido continuar?... entre tanto, hace tiempo que la meta se perdió de vista.
Primera frase:
“Quien penetra en un laberinto queda encerrado en él.”
Frases intermedias:
§ ¿Qué ocurriría si el laberinto fuera mi cerebro?
§ ¿Qué ocurriría si el Minotauro fuera quien yo no quiero ser?
§ ¿Qué ocurriría si Ariadna fuera el conocimiento?
§ ¿Qué ocurriría si Teseo fuera mi yo más auténtico?
§ ¿Dónde acaba realmente este laberinto?
§ La vida es difícil, y tiene un final.
§ A final del camino se encuentra el centro que...
§ La vida no gira a mi alrededor, hay cambios.
§ ¡Mira el camino que he recorrido!
§ No hay camino incorrecto, la única pérdida posible es detenerse.
§ Voy hacia donde quiero ir.
§ Soy parte de un todo.
“Quien considere el camino de salida poco importante, irá corriendo de aventura en aventura como un héroe pero no encontrará sentido.”
Ayudas
“Privatizar” el centro, hacerlo acogedor y personalizable.
“Llevar” y/o “recibir” algo, dejar cosas a la entrada y en el centro.
Facilitar un ovillo de hilo a la entrada, y un “arma”.
Reflexionar sobre el laberinto
El Laberinto clásico es el arquetipo de la situación en la cual es fácil entrar pero difícil salir. Como bien sabemos la vida en sí es un camino tortuoso, donde caminar sin guía es a veces un infierno, el cual terminará cuando lleguemos al centro, aprendamos por fin, aceptemos por fin. El laberinto conlleva la idea de peregrinación, a menudo impedida, donde lo que buscamos es volver al útero materno, la caverna, el círculo o el centro, que se convierte en el origen. Pero es en ese centro donde espera nuestro monstruo, Minotauro, diablo, dios desbocado, nuestro maligno doble, nuestra sombra. Si algo hemos aprendido en el peregrinaje, ese destino temido será en realidad un árbol, una fuente, una flor, un amigo, un espejo sincero.
El laberinto es a fin de cuentas un espacio imaginario, pues no puede ser contemplado en su totalidad desde su base; lo que hace ser a un laberinto es el muro que delimita lo externo de lo interno. Siempre lo recreamos viéndolo desde arriba (para descubrir su secreto) pero en realidad sólo construimos ese espacio recorriéndolo. Un laberinto no es tal si no participamos de su juego, pues aunque se encuentra abierto a la interpretación, su secreto es siempre cerrado y personal. Si vemos al laberinto como una forma de conocimiento, como la representación de una forma de pensar o una narración, entonces en cada actividad que implica conocimiento, subyace un laberinto.
Los laberintos que no van al centro, sino que buscan una salida correcta, tienen un nombre distinto en inglés: maze, que deriva del celta “maes”, campo. De aquí derivan las expresiones amaze y amazement que significan estupor, la confusión de quien no sabe hacia dónde volverse por asombro. Pero aquí nos referimos al laberinto clásico o cretense, el que nos hace recorrer todo el espacio para llegar al centro, donde solamente hay una puerta de salida que es la misma por la que se entra; el centro al cual debemos llegar, nos ubica y nos hace cambiar de sentido.
Hay un solo camino que nos cuestiona dónde está esa confusión que creíamos intrínseca al laberinto. No nos podemos perder a menos que no sepamos si caminamos hacia el centro o nos alejamos de él. Nos cuestiona por qué nos dirigimos hacia dentro o hacia fuera y cómo sortear lo que encontremos en el centro. La pregunta no es cómo salir, sino ¿saldré vivo?. Es un cosmos ordenado, y si se desmadeja, un hilo.
Creatividad, arquitectura y laberintos
La solución a un problema creativo implica, primero, su “visualización”. Este proceso sucede en el pensamiento imaginativo, no en el racional. Supone alumbrar una forma, inconscientemente, a partir de unas condiciones dadas y que no puede deducirse directamente. Como cualquier otro producto de la imaginación, la respuesta “aparece”, como por arte de magia. Cada vez que damos con una idea, sentimos una sensación mágica, llámese eureka, serendipia o fantasía. “Reificación” es el término filósofico para referirse a las manifestaciones exactas, a menudo “accidentales”, de algo que originalmente se concibió como una abstracción o como un producto de la imaginación.
El mismo tipo de sensación es evidente en el laberinto: formas. Es una red de caminos especialmente sinuosos que parecen no seguir un orden en absoluto. El reto radica en encontrar el camino que conduce o bien al centro o bien a la salida. Pues la estructura de la imaginación es laberíntica. Se caracteriza por su capacidad para generar asociaciones, conexiones y enlaces entre aquellas cosas que se basan en impresiones sensitivas. Es el mismo tipo de pensamiento asociativo el que se manifiesta a la hora de resolver un laberinto o encontrar una idea.
Experimentar cómo los caminos estan conectados entre sí y con uno mismo constituye todo un modelo de cognición imaginativa. El laberinto refleja el mismo tipo de pensamiento que produce la metáfora, la idea o la solución. Tampoco es de extrañar que se considere a los laberintos como metáforas de la vida. Incluso las antiguas pirámides egipcias se construyeron interiormente como laberintos, sugiriendo que la ruta hacia la otra vida había de ser recorrida haciendo uso de la imaginación.
Dado el papel de la fantasía en cuanto a espolear la mente humana para crear su propio modelo de mundo, la cuestión es cómo pasa uno de simplemente imaginar a realmente producir estructuras significativas. Para ello hay otra habilidad humana única, el ingenio, la “invención”, la facultad de la razón consciente de organizar las formas de la imaginación en significados. El ingenio deriva de la fantasia, estimulando a la mente para llevar a cabo su obra creativa. El “tener sentido” es un producto del ingenio, en cuanto que impone una norma que regula las formas que la fantasia crea en el espacio de la imaginación.
El ingenio es la fuente del diseño de modelos en el trazado específico de los laberintos (y de la arquitectura y el urbanismo). Estos modelos incorporan las propiedades estructurales de los símbolos con los que están construidos, permitiéndonos observar el mundo real como un todo integrado, y no como elementos dispares, como un puzzle. El “orden”, su disposición, es la esencia del puzzle. De hecho, ordenar trozos de un todo, objetos, números, con el fin de conseguir el resultado requerido parece ser en gran medida característico de la solución de un puzzle, pero antes se ha visualizado éste.
Adentrarse en un laberinto produce un cambio espacial. Es un lugar cerrado y distinto. La certeza de no tener que buscar el camino “correcto” nos permite concentrarnos en el interior rápidamente. El ritmo de paseo, los giros del camino, las circunvoluciones y la sencillez del recorrido conducen a un estado de concentración equivalente al de otras técnicas de relajación que fomentan la creatividad y la comunicación. En este entorno la fantasía expande la imaginación y permite al ingenio realizar en ella un recorrido de salida, una idea, un boceto, un concepto, una visión y una misión.
El secreto del camino de salida
El laberinto tiene dos caminos: el que va hacia dentro y el que sale. Teseo no necesitó ayuda para encontrar al Minotauro, pero recurrió al hilo de Ariadna para encontrar la salida. Es más fácil partir hacia convertirse en héroe que enfrentarse al amor. El camino hacia el laberinto resulta más atractivo porque lo dirige un objetivo. El camino de vuelta es en cambio más tranquilo y humilde. Como ya lo conocemos, puede parecer largo, demasiado largo. Pero es necesario hacer este camino de regreso para recapitular sobre lo ocurrido. Aquel que considere el camino de salida poco importante, irá corriendo de aventura en aventura como un héroe pero no conseguirá la felicidad, sino más angustia y más falta de amor. El camino de salida es el regreso a casa. Completada la aventura, aprendida la lección, comienza lo realmente importante. Si sales corriendo, creyendo que “alcanzado el centro, concluido el camino”, pierdes lo más importante del laberinto: el camino de salida conduce a la bondad, la humildad y el amor.
Referencias
- http://www.lacasagiratoria.com/archivos/category/laberintos/
- http://labyrinthe.chagui4me.de/start.php (Sitio de Gernot Candolini)
- http://www.trinity.edu/org/comedia/tirso/labcre.html (edición electrónica de EL LABERINTO DE CRETA de Tirso de Molina)
EL LIBRO DE LOS LABERINTOS, Paolo Santarcangeli. Siruela Ediciones. ISBN: 84-7844-646-X
- LABERINTOS, Gernot Candolini. Parramón Ediciones. ISBN: 84-3423-010-0
- LABIRYNTHE, Hermann Kern. Ed. Prestel. ISBN: 37-9132-096-3
- “Principios de una ciencia nueva sobre la naturaleza común de las naciones”(Nápoles, 1725), Giambattista Vico.